domingo, 31 de mayo de 2015

Déjala brillar

En cierta reunión de colegas conversábamos sobre las dificultades de la paternidad, los hombres, pocos por cierto, decían cuánto les costaba poder romper esquemas anteriores para poder vivir una paternidad más completa, más funcional que estuviera conectada con sus deseos emocionales y los de sus hijos o hijas y que no solo se basara con cumplir esta función de proveer a la que se une la figura paterna, era interesante escuchar estas reflexiones, sin embargo del otro lado de la sala, había un grupo de mujeres conversando sobre la maternidad de las adolescentes, acá escuché una frase crucial: “Es importante reconocer que la función materna es inagotable, no está definida, siempre va a quedar algo que no hicimos” 
Luego de esta verdad descubierta que se conectaba perfectamente con mi sentimiento de culpa materna, este que las madres conocemos bien de siempre querer hacer algo más, me quedé escuchando y debatiendo: ¿Cómo así es inagotable la función materna, cómo así no está definida, cómo así se queda ese algo sin hacer? La explicación de quien condujo el grupo comenzó a hacer referencia a la cantidad de cosas que se venden ahora para lograr ese modelo de madre ejemplar, con estos argumentos estuvimos todas de acuerdo, porque en la actualidad pesa mucho esto de darles lo que no tuvimos, pero no darles tanto que ya no quieren nada, ser modelo de vida y no dejar de vivir la vida propia, darles tiempo pero mantenerlos a partir del trabajo externo y etcetcetc tan hablado en la actualidad. Sin embargo hubo alguien, mamá de adolescente, es importante esto de la edad, que cuestionó algo más: “Si es de por sí inacabable esto de ser mamá, entonces ¿¿¿¿es normal que la maternidad de una adolescente sea más difícil que la del hijo adolescente????? Es que yo no sé por qué me cuesta tanto lidiar con ella, para mí, el asunto va del lado de ser dos mujeres.” 
Frente a esta frase e interrogatorio la respuesta sabia de quien conducía fue: “Debemos volver al trabajo, dejemos ese tema para desarrollo personal” Esto motivó la lectura del tema y un café con otras colegas de otro lugar, frente a lo cual descubrimos que ser mamá de una mujer, requiere un trabajo diferente al de ser mamá de un hombre, porque para guiar a la niña en el camino de la feminidad, que es importante y tiene que ver con la plenitud humana, debe haber una mamá que disfrute de ser mujer, de ser pareja de sí misma o de la vida que lleva, que tenga la habilidad de dejarle ponerse un short corto para una reunión y convencerla, por el ejemplo, que no es lo mismo ponerse ese short para el teatro a pesar de la moda del mismo. 
Para ser madre de una niña-adolescente se debe tener la habilidad de verla más grande al entrar a esa etapa, solo así podremos considerarla, en alguna ocasión como comprar ropa, como una compañera a quien ayudar a escoger, no solo dar la ropa, a quien ayudar a lucir bella, respetando su edad y lo que a veces duele más en el ego femenino, dejándola, en la plena adolescencia, brillar más que la propia mamá, una mamá sana respetará el brillo de su creación, sabrá que para eso la tuvo para entregarla al mundo haciéndose responsable de su belleza, de su cuerpo, cuidando de él y usándolo apropiadamente para su beneficio, una mamá no saludable, la culpabilizará por ese brillo, la hará sentirse inútil de cuidarse por sí misma, la hará querer esconderse o mostrarse tanto que deje de ser atractiva para ser común, aquí está uno de los temas más álgidos de la maternidad de una adolescente y es ese equilibrio que la mamá necesita en sí mismo para ayudar y dejar crecer a esa niña que se convierte en mujer. Cabe decir que este punto dirige la maternidad durante los 13, 14 y 15  años, puede ser más, y es el responsable de las peleas más álgidas de este periodo, porque cuando salgan a flote los temas no resueltos de la mujer-mamá, se toparán con los temas de la mujer-hija y serán dos muchachas peleando. 
¿Cuántas madres lectoras se han dado el tiempo de festejar su feminidad, cuántas se siente seguras de ser mujer, cuántas quisieron una hija, cuántas festejan haber tenido una hija? Estas son preguntas importantes a hacerse en un mes en el que festejamos ser madre… Además dejo algunas otras: ¿Cuántas veces me he tomado un tiempo para felicitarme por lo bien que lo hago, cuántas veces al ver reír a mis hijos reconozco mi propia risa? La maternidad es un trabajo que sólo es valorado cuando la propia mamá lo valora, le da un espacio y lo reconoce como un rol eje en su vida, así que bueno, a hacerle espacio o festejarme hoy y a seguir aprendiendo siempre.

La edad de la inocencia...

“¿Mamá cuándo se pierde la inocencia?” 
Esa fue la pregunta que abrió mis ojos un día de fin de semana, era mi hijo que va a cumplir 11 y es “grande” quien me lo preguntaba…

Me quedé pensando qué responder y opté por decir que la inocencia se pierde cuando dejamos de sorprendernos, desde ese día he estado pensando en esa pregunta, esto me llevó una vez más a leer para poder escribir no solo desde la experiencia. ¿Sabían ustedes que inocencia en el diccionario de la RAE se define como: estado del alma limpia de culpa (...) candor, sencillez? ¿Y que desde el latín significa incapaz de producir daño?  Así comprendí porqué se dice que los niños son inocentes, sin embargo cabe cuestionarse, ¿solo los niños son capaces de no producir daño? Creo que cualquier persona que esté conectada con el amor de Dios padre o el sano amor propio, es decir cualquier persona que se haya preocupado de vivir sanamente, curando las heridas naturales, normales y necesarias del dolor de crecer, es capaz de vivir procurándose bienestar y emanándolo a su alrededor, bajo esta perspectiva la inocencia solo se perdería al causar daño a sí mismo o a los demás.

Vale preguntarse ¿cuándo nos hacemos daño? Podríamos responder de muchas maneras y con base en varias teorías, pero prefiero ser más precisa y aquí sí responder desde lo que veo en consulta, en clases con los chicos y en el entorno cercano, nos hacemos daño cuando desconfiamos, cuando preferimos temer a confiar y entonces perdemos la oportunidad de vivir y crecer, nos lastimamos cuando por temor a la crítica nos endeudamos por comprar objetos innecesarios que puedan dar un “valor” a quien somos. Cuando por permanecer en el grupo permitimos actos que quitaran la confianza a otro ser o cuando actuamos en contra a lo que creemos, nos lastimamos cuando aceptamos palabras que nos duelen con tal de estar acompañados y entonces caemos en un papel de víctima, de creer que lo que nos pasa es lo que nos debe pasar y que hemos venido a este mundo porque es un calvario… En estos momentos perdemos también la inocencia porque pensamos en lo malo que son los otros o que somos nosotros para merecer “lo malo” que nos pasa…

Pero como la inocencia es un estado siempre podemos recuperarla, es decir siempre podemos volver a creer en nosotros, en el mundo, en el amor, podemos elegir ser co-creadores de nuestra vida pensando en el infinito amor del que provenimos como motor para nuestro amor propio, nos curamos cuando decidimos probar salir solos a ver una película o a estar con nosotros, también cuando decidimos perdonar a aquellos que no actuaron desde el amor, incluyéndonos a nosotros mismos en esa lista, nos curamos cuando decidimos darnos una segunda oportunidad para dejar que la vida nos sorprenda y para decidir sorprendernos, es que la decisión de creer o de estar en un estado de gracia o de inocencia es solo nuestra y que nos saquen de allí también es nuestra decisión, no importa porqué optamos por ella, pero sí importa aprender de esa experiencia.

Al final del día la inocencia entendida como un estado sin culpa o como candor y sencillez solo se pierde cuando decidimos quedarnos fuera de ella y no dejarnos sorprender, cuando decidimos no aprender de ese habernos ido y quedarnos pensando en lo malo que es el mundo… Bajo esta perspectiva cuando decidimos seguir amando, sorprendiéndonos, viviendo sin temores somos un poco niños y guardamos la edad de la inocencia en nuestro corazón.

Es importante decir que desde este planteamiento no existe el bien y el mal, solo el amor y desamor… ¿Dónde se ubica usted?

Para mi hija

  Estoy pensando en ti, no corras hija, no corras por los demás, corre por ti, por tu carrera, por las cosas que te gustan, por la vida que ...